ALFREDO CONDE
De responsos y custodias
22.07.2011
ALFREDO CONDE
HOY estamos al día que estamos pero, entonces, cuando estas líneas empezaron a ser redactadas, era sábado 16 de julio y, salvo que la Virgen del Carmen -patrona y salvadora no sé si tanto de marinos y otras gentes aventuradas y navegantes, como de náufragos y otros y estrujados por la fortuna- hubiese hecho un milagro, el Codex Calixtino todavía no habrá aparecido.
Este asunto de los milagros, en pleno s. XXI, es más de la responsabilidad de la de Lourdes que de la del Carmen, pero por delegación, el negociado que contempla la reaparición de los bienes perdidos recae en San Antonio -previo responso que comienza "si buscas milagros, mira; muerte y error desterrados, miseria y demonio huidos, leprosos y enfermos sanos"- cuando no en Santa Rita, patrona de los imposibles. Piénsenselo. Pero ahora a lo que íbamos.
Al día de la citada fecha, el Códice no había aparecido. ¡Pero miren que hasta ese día se habían producido opiniones al respecto! Gentes que no sabían de su existencia, gentes que sabiendo de ella todavía al día de hoy no lo leyeron, el bendito Códice; gentes que nunca visitaron no ya el Archivo de la Catedral, sino la misma Catedral y desconocían hasta la situación del Archivo dentro de ella, qué decir del Códice dentro del Archivo; gentes de todo tipo, laya y condición intelectual, han largado sin pudor todo cuanto lugar común se les vino a la boca, sin pensárselo dos veces. Uno de ellos es el de la custodia del preciado tesoro. Pretender que una custodia que se extiende prácticamente a lo largo de ochocientos años es deficitaria se antoja poco menos que un dislate. Pretender que, una vez dispuesto a hacerse con él, alguien no lo consiga, a poco buen profesional que sea y viendo como vemos los robos que por el mundo se producen -el del Banco de Inglaterra u otros semejantes incluidos- da idea de lo fácil que es predicar y lo difícil que es dar trigo o, dicho de otra manera algo más brutal, echar la boca a pastar es muy pero que muy fácil. Señalar soluciones para la custodia y conservación de los bienes eclesiásticos sin pensárselo antes dos veces es también muy fácil. Se suele decir, y no es mentira, que nuestra cultura nos fue transmitida gracias a la Iglesia, que fue quien la custodió todo a lo largo de la Edad Media. Pero no es de ignorar el papel fundamental que desempeñó a partir del Renacimiento. Pretender resolver ahora con un par de frases ingeniosas o pueriles la custodia de unos bienes privados, por muy marcado que sea su carácter cultural y colectivo, cuando ya llevan transcurridos siglos intentándolo, es muy de agradecer pero de poco aprovechar.
A veces, incluso, se llega a pensar si la sustracción del Códice no será un aldabonazo propinado en la conciencia colectiva a tales, beneficiosos e higiénicos efectos. Ojalá fuese así, significaría que el Código estuviese en las mejores manos después de haber abandonado las del cabildo compostelano, su eficaz custodio a lo largo de los siglos. Y todo sin el responso a San Antonio.
Escritor, Premio Nadal
y Nacional de Literatura
1 comentario:
Sí, interesante artículo. Gracias por publicitarlo
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