sábado, 10 de mayo de 2008

CARTA PASTORAL DE DON JULIÁN BARRIO BARRIO, ARZOBISPO DE SANTIAGO DE COMPOSTELA EN EL DÍA DEL APOSTOLADO SEGLAR Y DE LA ACCIÓN CATÓLICA. MAYO 2008



Queridos diocesanos: 

En el Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica la Iglesia nos llama a reflexionar sobre los fieles cristianos como “luz del mundo y sal de la tierra”. 
Es verdad que todos los bautizados en Cristo estamos llamados a ser luz del mundo, sal de la tierra y lavadura en la masa, pero estas imágenes evangélicas tienen una aplicación específica a los fieles laicos. “Se trata de imágenes espléndidamente significativas, porque no sólo expresan la plena participación y la profunda inserción de los fieles laicos en la tierra, en el mundo, en la comunidad humana; sino que también, y sobre todo, expresan la novedad y la originalidad de esta inserción y de esta participación, destinadas como están a la difusión del Evangelio que salva”1. 

El compromiso evangelizador del cristiano 
Pentecostés es la pascua del Espíritu. La Pascua no es sólo el tiempo de vivir el gozo del encuentro con el Resucitado, sino también de experimentar la acción del Espíritu Santo en la comunidad de los seguidores de Cristo. El libro de los Hechos nos lo va manifestando durante el tiempo pascual para que también nosotros, como los primeros cristianos, anunciemos y testimoniemos a Cristo, nuestro Salvador, que nos da su Espíritu para la misión confiada. Con frecuencia oímos decir que “la nueva evangelización se hará, sobre todo, por los laicos, o no se hará”. Esta convicción subraya la necesidad del compromiso de los laicos cristianos llamados a ser “sal y luz del mundo” en una sociedad inhóspita para los débiles, los pequeños, los solos y los tristes. Para interpretar los desafíos de la sociedad y la urgencia de impulsar la nueva evangelización son claves estas dos parábolas: la del hijo pródigo y la del buen samaritano. La primera: “nos permite comprender al hombre desde Dios y conocer el mensaje central de Jesús: conocer al Dios Padre revelado por Jesús en sus palabras, en sus acciones, en su vida y en su persona”2; por otra parte, la segunda nos descubre la situación del hombre y urge a los laicos a cumplir su específica misión de evangelizar a un hombre interpretado culturalmente sólo en su dimensión horizontal, reduciendo también el cristianismo y la evangelización a lo que la cultura actual puede comprender3 . Los cristianos laicos están llamados a ser los nuevos samaritanos que no separan la fe de los diversos ámbitos de la vida: familia, profesión, economía, política.
Atención a los signos de los tiempos 
En este sentido los laicos cristianos han de estar muy atentos a los signos de los tiempos que están marcando los caminos de nuestro momento histórico en el que “el laicismo va configurando una sociedad que, en sus elementos sociales y públicos, se enfrenta con los valores más fundamentales de nuestra cultura, deja sin raíces a instituciones tan fundamentales como el matrimonio y la familia, diluye los fundamentos de la vida moral, de la justicia y de la solidaridad y sitúa a los cristianos en un mundo culturalmente extraño y hostil. No se trata de imponer los propios criterios morales a toda la sociedad. Sabemos perfectamente que la fe en Jesucristo es a la vez un don de Dios y una libre decisión de cada persona, favorecida por la razón y ayudada por la asistencia divina. Pero para nosotros es claro que todo lo que sea introducir ideas y costumbres contrarias a la ley natural, fundada en la recta razón y en el patrimonio espiritual y moral históricamente acumulado por las sociedades, debilita los fundamentos de la justicia y deteriora la vida de las personas y de la sociedad entera”4. Es verdad también que en esta sociedad muchos bautizados, “debido al descuido y olvido de su formación cristiana, desconocen totalmente a Dios” y “algunos miembros de nuestras comunidades cristianas, bien dispuestos para asumir responsabilidades pastorales, manifiestan sin embargo en sus comportamientos una profunda ruptura entre la fe y la vida, y no sienten la necesidad de formarse para cumplir con más fidelidad la misión confiada por el Señor”5. 
Necesidad de la formación cristiana 
No se entiende el compromiso evangelizador sin la toma de conciencia de lo que es la fe, la gratitud por ella, la respuesta al amor benevolente de Dios y a la llamada explícita de Cristo, la renovación espiritual y el crecimiento en la formación, conscientes de que “la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad”6, pues “todos los cristianos, de cualquier clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor”7. En este horizonte el Sínodo sobre los Laicos insistió sobre el testimonio, la responsabilidad, la misión y la formación de los laicos. Estos rasgos de la identidad del laico cristiano deben seguir teniéndose en cuenta, reconociendo que “la Iglesia que debe evangelizar necesita ser evangelizada”. La formación cristiana no puede quedar reducida a la catequesis de la infancia y a las enseñanzas de la religión en la escuela primaria. Es necesaria una formación teológica y doctrinal para el diálogo entre fe-cultura, para la presentación del evangelio no con envolturas inadecuadas sino con la pujante novedad y frescura de lo substancial para la persona, y para dar razón de la propia esperanza, presentando los contenidos de nuestra fe como una novedad, provocación y desafío a una civilización materialista, hedonista, absolutamente insatisfecha de su propio exceso de autosatisfacción. Por tanto “la formación cristiana exige siempre una acogida y una respuesta al don recibido por parte de cada bautizado. Cuando la respuesta al don recibido es positiva, entonces los que creen en Dios podrán vivir como criaturas nuevas, desarrollando la adhesión a Jesucristo, profundizando en la pertenencia a la Iglesia y convirtiéndose en auténticos evangelizadores”8. 
Compromiso diocesano 
Con esta finalidad en nuestra diócesis se están poniendo en marcha iniciativas esperanzadoras de formación de los laicos en las zonas pastorales. Es de destacar el esfuerzo, la renovación y la tarea formativa de la Escuela de Teología para Seglares y del Instituto Superior de Ciencias Religiosas, centros en los que desearíamos tener más presencias. He de referirme también a la preocupación de las asociaciones y movimientos en la formación actualizada de sus miembros, encontrando ahora una excelente ayuda en el Itinerario de Formación Cristiana ofrecido por la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar para los laicos en España. Os animo a todos a asumir este compromiso de la formación. La Iglesia necesita laicos cristianos que sean sal de la tierra y luz del mundo en el apostolado asociado. En los pequeños grupos se descubre la oración, la fuerza salvadora del evangelio, se alimenta la identidad y el entusiasmo misionero y evangelizador, se afianza el sentido de pertenencia a la Iglesia local y universal. En este sentido, la experiencia de la Acción católica con la revisión de vida es el mejor ejemplo. No pongamos límites a la actuación del Espíritu en nosotros. Pentecostés nos lleva a salir a la calle, como bautizados en Cristo, para dar testimonio de nuestra fe, dando a conocer “lo que hemos visto y oído”. La Iglesia diocesana necesita un tejido cohesionado de cristianos comprometidos, alegres con la libertad de los hijos de Dios y enraizados en las comunidades parroquiales, para estar en medio de la sociedad y en las tareas temporales, dejando en ellas la huella del Señor, su presencia y su reino. 
Os saluda con afecto y bendice en el Señor, 


+Julián Barrio Barrio,
Arzobispo de Santiago de Compostela

1  JUAN PABLO II, Exhortación apostólica Christifideles laici, nº 15.
2  Conferencia Episcopal Española, Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo, nº 137.
3  Cf. Ibid., nº 145.
4  Conferencia Episcopal Española, Orientaciones morales ante la situación actual de España. Instrucción pastoral, nº 17. 
5  Nota de los Obispos de la CEAS en el día del Apostolado Seglar y de la Acción Católico, 2008.
6  JUAN PABLO II, Carta Apostólica “Novo millennio ineunte”, nº 30
7  Ibid.
8  Nota de los Obispos de la CEAS…

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